Yo me las comiera todas
Desde hace dos días Santa Clara perdió, físicamente hablado, a un pedazo de su rostro costumbrista, populachero, criollo y cubano cuyas señas se podían ver por algunas calles de la tricentenaria ciudad mientras retumbaban los oídos de los que andaban cerca del personaje de marras.
Murió Julio Guerra Niebla, alguien que si usted dice que fue combatiente contra la dictadura batistiana y militar multicondecotado durante decenios es como si nada le dijera al común peatón santaclareño, ¡ ah ¡ pero diga que el corazón le jugó una mala pasada al pregonero de las raspaduras y seguro que la mayoría lo reconocerá y quizá internamente balbucee el estribillo “yo me las comiera todas”…
Y es que Julio se pasó la vida ocupado en buenas causas. Primero con las armas puso un pedacito en el sacudión que zumbó de Cuba al tirano Batista. Después fue un militar sencillo, sin oficio de carrera, pero disciplinado y trabajador donde quiera que hizo falta y en los últimos años, al jubilarse, le dio por vender raspaduras de guarapo batido con maní o ajonjolí, por las calles de Santa Clara.
Pero lo que hizo famoso y más querido a Julio no fueron la sabrosura de sus raspaduras, ni su precio justo, algo tan escaso en estos tiempos, sino el cancaneo del pregón con que marcaba su paso entre la gente: algunos le compraban y muchos no podían hacer otra cosa que dedicarse a escucharle decir…
¿Qué traigo aquí?
El pregón del niño,
el pregón de la burundanga,
el pregón de la raspadura.
Qué rica están:
yo me las comiera todas!
Eso es lo que él llamaba el anillo del pregón, pues a renglón seguido y un poco más bajo soltaba otras tres estrofas…
Raspadura de guarapo
Con “janjolí”
Que te guste…
¡ Qué rica están:
Yo me las comiera todas…!
Raspadura de guarapo batida con janjolí
Que te guste…
¡ Qué rica están:
Yo me las comiera todas…!
Rapadura de guarapo
Batida con janjolí
Que te guste…
¡Qué rica están:
Yo me las comí todas…!
Y así se pasaba los días Julio, o Niebla como muchos lo conocían, nunca por la misma calle pues las tenía repartidas por día de la semana lo que sí hacía siempre era, antes de vender, ir a una tienda y comprar cuatro paquetes de caramelos para regalárselos a los niños, le compraran o no raspadura.
Así era Julio Guerra Niebla, un hombre cuya expresión pública lo convirtió en una parte, pequeña sí, de eso que llamamos la espiritualidad de un pueblo que en este caso es una de las más grandes e importantes ciudades cubanas: Santa Clara.
Ahora que no está, físicamente, seguro que por nuestras calles podremos adquirir otras ricas golosinas, lo que pasa es que extrañaremos los pregones de Julio y su forma simple de entregarse a la gente por eso creo que muchos santaclareños cuando veamos o compremos una raspadura murmuraremos bajito: Qué rica están, yo me las comiera todas…
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