En EEUU ganó Trump, y en Cuba ¿quién ganará?
Que recuerde, a nivel popular, nunca en Cuba se vio tanto interés por unas elecciones en los Estados Unidos. Si bien nuestros derroteros han estado bastante ligados al norteño y poderoso vecino, había una percepción de que ganara uno u otro todo iba a ser más o menos igual.
Desde enero de 1959, con Eisenhower en el poder, y hasta el 2012, cuando Obama ganó la reelección, todas las elecciones del martes posterior al primer lunes de noviembre nos traerían a un mandatario afiliado al bloqueo y enfocado en una política hostil hacia el proceso socialista cubano… hasta esta del ocho de noviembre de 2016.
El cambio salió a la luz el 17 de diciembre del 2014 cuando Raúl y Obama anunciaron el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y posteriormente se dieron pasos, no todos los deseados y necesarios, que achicaron un poco las noventa millas geográficas y los años luz políticos que nos separaron durante más de cinco décadas.
A partir de esos sucesos ya los Estados Unidos pasaron a ser, a nivel popular, del perenne enemigo al posible vecino respetuoso y colaborador potencial que por demás alberga a más de 2 millones de cubanos con lazos familiares afincados en la mayor de las Antillas.
No hay cubano decente y coherente, revolucionario o no, que no aspirara al fin de la tirantez extrema y al inicio de una relación amable y mutuamente ventajosa aunque fuera solo por aquello de la “coexistencia pacífica”.
Para los cubanos, más que la lidia entre demócratas y republicanos, la liza electoral era entre la Clinton, una integrante de la élite política norteamericana que desde que era Secretaria de Estado abogaba por un cambio de estrategia en la relación con Cuba, y el “extravagante” y bocón magnate Donald Trump, quien como tantos otros cambiaba frecuentemente su retórica hacia Cuba.
La preocupación germinó cuando Trump, en su afán de ganar el estado de la Florida con sus 29 votos electorales, dijo allí mismo y ante un auditorio de cubanos marcadamente contrarrevolucionarios, que daría atrás a la política de Obama hacia Cuba a no ser que se hicieran cambios significativos en el ordenamiento social cubano.
Ante esa posible disyuntiva y en un entorno donde lo norteamericano va dejando de ser un tabú para la cotidianidad de los cubanos, la gente tomó interés por la contienda electoral y la inmensa mayoría deseaba la victoria de la que pudo ser la primera mujer presidente de los Estados Unidos.
Pero no fue así y por razones meramente norteamericanas el que ganó fue Trump. En Cuba se desató la sorpresa por el inesperado resultado y la preocupación por las amenazas electorales de quien será el presidente 45 del norteño y poderoso vecino.
Aunque bien se sabe que muchas veces una cosa es lo que se anuncia en campaña electoral y otra lo que se hace ya en el poder, por estos días una expectativa camina por las calles cubanas: ¿cumplirá este señor la amenaza que lanzó o se impondrá su pragmatismo de hombre de negocios y cuando menos deje las cosas como están?.
El efecto para Cuba del resultado electoral se me parece un poco a aquellas arengas filosóficas que nos decían que lo objetivo era “independientemente de nuestra conciencia”. Pues ahí está y nada tuvimos que ver con eso sin embargo el asunto tiene otro rostro al que le debemos dar sentido de consecuencia.
Con Trump como presidente, como será, o con la Clinton, como pudo haber sido, la verdadera elección de los cubanos tiene que ser la de profundizar, dar celeridad y presencia a los cambios y transformaciones que hace rato necesita el entramado social y económico del país para aprovechar las potencialidades que tenemos tanto en recursos naturales como en los humanos formados en las últimas décadas.
En otras palabras: aprovechar nuestras fortalezas, potenciar todas las oportunidades internas y externas, acelerar todo lo que deba ser acelerado y traer al final mejor calidad de vida para el común de los cubanos porque si una fortaleza ideológica puede existir en el socialismo es que su divulgada superioridad se palpe en la vida cotidiana de las personas.
En una economía abierta como la cubana tan dependiente de las relaciones externas y tan necesitada de fuertes inversiones en sectores clave se impone más que nunca aprovechar todas las posibilidades internas y foráneas.
Si dentro de estas últimas están las provenientes del norteño y poderoso vecino pues mejor y quien lo dude que refresque las cifras de los daños de más de medio siglo de bloqueo pero hay que atacar también al “bloqueo interno” tan dañino o más que su primo yanquee pero que tiene una característica y es que ese se puede eliminar sin tener que ir cada año a la ONU sea Trump, la Clinton y hasta “Malanga” el presidente electo de los Estados Unidos.
Debe aprovecharse la elección de Trump y sus potenciales amenazas para acabar de profundizar, consolidar y dar sostenibilidad a los cambios enmarcados en los Lineamientos y tal como ha dicho el presidente Raúl Castro “hay que fortalecerse internamente en lo económico sin esperar que venga de fuera lo que debemos hacer aquí dentro”
Si Trump cumple sus amenazas va a recibir una respuesta digna de Cuba ¡pero ojo!, eso no puede servir de pretexto para atrincheramientos ni estrategias de plaza sitiada que han tenido su cuota de culpa en nuestro estancamiento económico.
La respuesta en lo político es que la soberanía y la dignidad no se negocian pero a lo interno debe ser más transformación eficiente, menos burocratismo e inmovilismo, mente amplia y abierta a soluciones consensuadas, implementar la participación real, no la formal, de las personas en las decisiones. En fin, acabar de cambiar todo aquello que hace rato debió ser cambiado.
De paso con ello estaríamos dando un claro mensaje al mundo, a esos otros a los que si les interesa comerciar y relacionarse mejor con Cuba, que son la inmensa mayoría como demuestran las votaciones en la ONU. Un mensaje de que Cuba cambia de verdad y ofrece posibilidades reales y estables para invertir y confiar en el país sin dejar de ser lo que es.
Por supuesto que una “relación normal” con los Estados Unidos le conviene a cualquiera y más a países de economía pequeña como Cuba pero hay que aprender a mirar con más audacia y oportunidad hacia otras naciones y entidades económicas que no nos bloquean pero ante los cuales debemos comportarnos como partner confiables, eficientes y estables.
Con bloqueo o sin bloqueo si usted no genera riquezas y servicios de calidad no podrá obtener dinero o créditos fuertes, sean en dólares, euros, yenes, yuanes, rublos o libras esterlinas con los que adquirir lo necesario para crecer o para consumir porque que se sepa los norteamericanos, con bloqueo o sin bloqueo, no regalan nada.
En fin, que hay que poner término a la maldición y cuasi costumbre de encomendar la salud económica a los de “a fuera”, ya tenemos bastantes malas experiencias con eso.
Primero los norteamericanos con su dominio sobre nuestra economía y posterior desplante y agresión tras enero del 59, después con la extinta Unión Soviética y el llamado campo socialista cuya “colaboración” era tan solidaria como atrofiante y recientemente otras asociaciones foráneas a las que cuando les da un catarro nos dejan una severa pulmonía.
La independencia nacional y la soberanía política es un valor innegociable. Eso se lo deben decir sus asesores al recién electo presidente y mejor sería que continúe y mejore la línea de Obama pero a los cubanos lo que nos incumbe y vendría mejor es elegir y hacer a lo interno lo que más nos conviene y hace falta que es acabar de perfeccionar nuestro sistema social y económico, pero eso sí, de verdad.
Aunque no tengo el derecho de hablar por nadie y respeto el criterio de todos me atrevo a pronosticar que en esa elección una gran mayoría de los cubanos van a votar y a actuar por ese cambio impostergable que tanto necesitamos.
¡AH! y a Trump y a los norteamericanos: pues que les vaya bien que para eso son nuestros norteños y poderosos vecinos.