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LA TECLA SIN TEQUE

Telecubanacán y yo

Telecubanacán y yo

Realmente no logro acordarme, sería casi imposible, qué estaba haciendo yo aquel 5 de noviembre de mil novecientos ochenta y cuatro cuando desde la Loma del Abel Santamaría comenzaron a emitirse las señales de lo que con el tiempo sería mi principal centro de trabajo y el depositario de mis mejores empeños profesionales.

Me refiero al canal Telecubanacán que por aquel entonces elaboraba y emitía programas y noticias para las tres provincias centrales de Cuba: Cienfuegos, Sancti Spiritus y Villa Clara lo que se mantuvo por los siguientes 15 o 17 años  hasta que las dos primeras tuvieron su propio Telecentro.

Cuando aquello trabajaba en una unidad militar y era un funcionario que se ocupaba de asuntos burocráticos que me permitían relacionarme mucho con la llamada “vida civil”. Gran parte del tiempo andaba en gestiones entre organismos y deambulaba por las calles y plazas de Santa Clara, la ciudad que amo tanto y en la que vivo desde los cinco años.

Por supuesto que la televisión era para mí un asunto conocido aunque solo fuera desde la pantalla en blanco y negro de un televisor ruso Electrón 206 que mis padres con mucho esfuerzo pudieron comprar.

Ya cuando eso estudiaba periodismo y mis expectativas de aprendizaje y de consumo cultural se ensanchaban cada vez más. La televisión era una fuente de inquietud y de satisfacción en ambos casos y tengo que confesar que siempre sentí atracción por los programas informativos y por los instructivos.

Desde la fecha de surgimiento de Telecubanacán y hasta 1991, cuando me gradúo de periodista en la Universidad de la Habana, reconozco que ese canal territorial no estaba entre mis preferencias de consumo televisivo y no era más que una referencia audiovisual de segundo orden.

Poco después, ya con el título universitario,  pasé a atender la divulgación del sistema de instituciones culturales de la provincia y eso significó el definitivo enfoque de mi interés hacia Telecubanacán porque en ese medio se mostraba una buena parte del talento artístico que al equipo de trabajo que yo dirigía le correspondía promover.

Ya para entonces tenía un camino periodístico recorrido en la emisora CMHW  y  había sentido la satisfacción de poder decirle a miles y más personas lo que yo pensaba y conocía de un asunto y eso es más que todo una gran responsabilidad.

En septiembre de 1995 me ofrecieron la posibilidad de inaugurar en el noticiero estelar de Telecubanacán una sección de informaciones culturales y sin pensarlo dos veces lo acepté y comencé a hacerla. Al fin llegué a “hacer televisión” once años después de inaugurarse su productora en Villa Clara.

Pronto mis trabajos periodísticos se vieron más allá de la región central de Cuba y lo hicieron en todo el archipiélago cubano gracias al llamado sistema informativo de la televisión cubana.

Sentía una gran satisfacción y comenzaba una nueva etapa en mi vida profesional y personal porque comencé a experimentar la respuesta hacia mi desempeño por parte de los que hasta ese momento eran solo mis coterráneos en la ciudad o en cuanto sitio visitaba, o sea que los que me rodeaban a diario pasaron a ser de mis vecinos conocidos o no a  los receptores de mi trabajo al que cuestionaban o apoyaban.

En pocos meses me convertí en eso que llaman una figura pública pero por suerte, o más bien por mi forma de ser y por las enseñanzas de mis padres, nunca me creí más importante que nadie y hasta hoy esa condición la asumo como un gran deber público.

En estos 19 años el descubrimiento principal ha sido usar la imagen y su amigo el sonido para decir y contar los más disímiles asuntos, desde los grandes acontecimientos político sociales de que mi provincia ha sido sede hasta la contingencia del día a día de la vida de los verdaderos protagonistas de la aventura agridulce de estos tiempos en la mayor de Las Antillas.

La televisión, Telecubanacán me ha dado infinitamente más de lo que le he aportado. Ha sido así en parte por mis manquedades intelectuales y humanas y  también porque aquí recibí la oportunidad de mostrar lo que soy capaz de hacer y algo más importante:  hacerlo para los demás porque aquí comprendí verdaderamente qué significa tener una vocación de servicio social que es la fuente de felicidad, junto a la familia, más grande del mundo y eso se lo debo a mi querido Telecubanacán.

Sé que he podido hacer mucho más pero no ha podido ser. Unas veces porque no me han dejado, otras porque no me han alcanzado las luces y las fuerzas, otras por el cansancio de la vida y de las adversidades casi permanentes en que vivimos, otras porque no he querido y otras porque no sé… pero casi siempre ha sido mi culpa.

Por  estar aquí pude conversar, preguntar y estar junto a grandes personalidades cubanas y foráneas, pude ser testigos de importantes acontecimientos, algunos en forma de eventos y triunfos, otros más conmocionantes y hasta dolorosos, y de todo ello informar y dar mi versión.

Por estar aquí crucé dos veces el Atlántico para reportar la obra de los cubanos en otros países y pude darme cuenta un poco más de lo que soy capaz cuando me dejan ser capaz.

Por estar aquí he podido acercarme y conocer mejor el alma buena y picaresca, de mis coterráneos y contemporáneos, ver y hablar de sus lances y frustraciones y esa es la mejor obra de un periodista

Entonces hoy 5 de noviembre de 2014 solo se me ocurre decir gracias Telecubanacán por permitirme demostrar que a pesar de mis carencias profesionales y humanas soy una persona que ha hecho un pedacito de bien y ha llegado a los demás.

Gracias por permitirme ser un poco menos ignorante que cuando llegué aquí porque la ignorancia es una de las cualidades permanentes de los hombres y uno de los acicates para su superación.

Gracias por aprender que los lauros, premios o agasajos recibidos y que los grandes eventos a los que he sido convocado son momentos que sirven solo para darte cuenta de lo mucho que te falta y de la liviandad de ciertas rutinas humanas.

Gracias Telecubanacán por enseñarme a conocer mejor la mediocridad, la desidia, el oportunismo y otras maldades humanas y algo más importantes aún, a saber vivir y trabajar con y a pesar de ellas y a sortearlas sin embarrarme.

Gracias Telecubanacán por permitirme ser amigo y casi hermano de tanta gente buena que trabaja bajo tu techo, y  que son la mayoría y con ellos sigo.

Gracias Telecubanacán por permitirme comprender y hacer saber, hasta donde he podido, el valor de mi verdad, mi pensamiento y convicciones en cualquier escenario y ante cualquiera... gracias por enseñarme a ser menos insincero y cobarde.

Gracias Telecubanacán por ser de verdad, no por emoción conmemorativa sino por convicción, mi segunda casa, mi segunda familia y el sendero difícil junto al trillo de mi existencia personal.

No sé si estaré aquí en los próximos treinta años de Telecubanacán pero haberlo estado en estos 19 valió la pena como para intentarlo.

 

 

 

 

 

 

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