Blogia
LA TECLA SIN TEQUE

A fin de cuentas, la Feria.

A fin de cuentas, la Feria.

Otra vez, y desde hace más de diez años, Santa Clara volvió a acoger en sus calles, instituciones, plazas públicas y en algún que otro rincón emblemático de la urbe a la Feria Internacional del Libro.

Es palpable e indiscutible el apoyo casi unánime del sistema institucional, cultural y colateral, al que puede calificarse como el evento más grande e importante de la cultura, en su sentido amplio, de Cuba.

Otra cosa es la acogida que los santaclareños, y muchos de los que vienen a la ciudad por ese motivo, le dieron a la feria en términos de presencia física y de participación tanto en sus actividades literarias y artísticas como en la acción, casi elemental y extendida, de comprar un libro de cualquier tipo.

En esta feria, y en por lo menos las tres últimas ediciones, aprecio que esa acogida va decayendo, aunque no en gran medida, y precisamente no por una baja en la calidad del evento sino como respuesta a la insatisfacción que el lector-cliente siente ante los puntos de venta, ya fuesen al aire libre o en las librerías profesionales.

No olvidemos que lo que realmente convierte en masiva la feria es la adquisición extensiva de libros y otros productos culturales y es también lo que deja la huella más tangible y perdurable en las personas y la familia pues esos textos van a parar, en su inmensa mayoría, a la biblioteca casera.

En mi opinión existen tres factores que inciden en esa tendencia de comportamiento. Uno es el aumento real de los precios de los libros, otro es la incapacidad casi persistente de encontrar el libro deseado, necesitado y tantas veces reclamado a lo que se une el rediseño de las prioridades financieras de las personas en la Cuba de hoy.

Aunque es real el último factor es el de menor peso porque desde hace mucho tiempo y gracias al aumento del nivel educacional y cultural del ciudadano común, la gente invierte de su peculio en el llamado consumo espiritual aunque por supuesto primero hay que alimentarse, cobijarse y vestirse, al decir de Marx.

Aunque Cuba sigue siendo uno de los países donde menos cuestan los libros, ya el estado le retiró la subvención a muchas ediciones y en otras la disminuyó sensiblemente, lo que hace que la gente piense un poquito más antes de meter la mano en el bolsillo y adquirir un libro.

Puede decirse sin embargo que en Cuba el libro, como mercancía que también es, no se “produce” principalmente para obtener ganancias pues al estado le interesa más su función educativa y cultural que la netamente mercantil.

Todo lo anterior hace que la gente deje de ir a la Feria, como lo hacían  al inicio, con pocas monedas en el bolsillo para “pescar” muchos libros y regresar con una gran jaba llena de nuevos títulos.

Ahora las personas van con una idea más concreta de lo que necesitan y sobre todo de lo que pueden comprar y ahí es donde, desde hace un tiempo, chocan con la realidad de que los títulos más demandados no solo son los que más se venden sino los primeros que se agotan. 

Por cientos, y hasta por miles, se pueden contar los rostros contrariados por no encontrar el diccionario que tanta falta hace para los estudiantes de la casa a quienes los maestros ponen tareas sobre el significado de palabras.

Y qué decir de los clásicos infantiles como “Había una vez”,  “Corazón”, “La noche”, libros de ortografía, de cocina, “Vale la pena” del popular psicólogo Manuel Calviño y las gustadas novelas y narraciones de Daniel Chavarría y Leonardo Padura que brillaron por su ausencia en los estantes.

En esta feria dos de los libros que causaron furor fueron “Casos y cosas de la pelota” de Osvaldo Rojas Garay, un estudioso al que puede calificarse como una enciclopedia viva del béisbol y “Los hombres de negro” del cronista José Antonio Fulgueiras este último sobre los árbitros del deporte nacional cubano.

Sin embargo puede calificarse como una hazaña de tumulto haber adquirido uno de esos títulos y hasta la policía tuvo que intervenir en una de las presentaciones y venta de esos libros, aunque cada uno valía 20 pesos cubanos.

Incluso hay libros de Fidel Castro que la gente desea tener y leer y tampoco llegaron.

No hay que ser un experto en literatura ni en marketing editorial para saber que esos títulos y otros muchos son los más demandados y necesitados por el lector actual cubano y sin embargo, aunque se ha planteado una y otra vez, su presencia es escasa y vemos los estantes llenos de otros textos  que si bien tienen calidad literaria y de otra índole no son tan reclamados.

Por esas razones y por otras que quizás ignoro este año solo vi grandes colas y aglomeraciones el primer día ferial y el resto de las cinco jornadas que duró el evento siempre había personas merodeando las carpas y librerías no las llenaban.

Este es un fenómeno peligroso pues genera descontento entre los lectores clientes y algo peor apatía hacia el más grande y mejor evento cultural del país.

Si no hay libros suficientes, libros demandados digo, para cinco días de feria pues que se reduzcan los puntos de venta o los días feriales pero algo hay, había, que hacer ya.

Todo lo contrario puedo decir del resto de los programas de la feria santaclareña cuyo nivel literario, artístico y profesional no cede a ninguna otra realizada en la isla, incluyendo la versión habanera.

A la participación de grandes escritores e investigadores como Zoila Lapique, Ambrosio Fornet, Abel Prieto, Jesús David Curbelo, Francisco López Sacha, Fernando Martínez Heredia, Rolando Rodríguez y Félix Sánchez entre otros se suma la de los muchos y talentosos creadores villaclareños que fueron dignos anfitriones conduciendo las presentaciones de nuevos título y otras actividades de promoción literaria.

Lo mismo puede decirse de las editoriales villaclareñas “Capiro” y “Sed de Belleza” con más de 50 títulos presentados así como las acciones literarias y culturales desarrolladas en las áreas destinadas a los niños, adolescentes, jóvenes y las seis conferencias y talleres teóricos realizados en el Centro de Patrimonio  Cultural.

La Feria se debate entonces en la dicotomía innecesaria entre un excelente evento literario cultural y una venta masiva de libros que no escucha a sus clientes, pecado mortal de todo mercado.

El primero de esos rostros debe mantenerse para orgullo de los santaclareños y bien de nuestra cultura. El segundo debe y puede mejorarse porque de una Feria del Libro, se recuerda el encanto y queda el sedimento espiritual del encuentro con el escritor pero lo que más queda, porque se usa, se necesita y se lee, es eso, el libro.

 

 

 

 

 

 

1 comentario

Lolita -

El libro es considerado el mayor mecanismo para la adquisición de conocimientos. Este ayuda a elevar nuestro nivel cultural y es nuestra ayuda cuando estamos haciendo tareas o cuando simplemente tenemos una duda. Es nuestra ayuda en muchos temas, es la forma de viajar a otro mundo con el solo hecho de leer sus páginas es la forma de crear desde la niñez algo llamado fantasía es la forma de ver cosas que nunca se ha visto. La feria es un método de adquirir conocimiento y no importa gastar el dinero en un libro porque en realidad muchas veces lo gastamos en algo que no es capaz de enseñarnos absolutamente nada.