Periodismo y democracia en Cuba.
Por estos días recorre las provincias cubanas un grupo de directivos de la Unión de Periodistas de Cuba, UPEC, que van presidiendo reuniones de balance o análisis del trabajo de esa organización en cada territorio.
En la práctica cada reunión, más que un vistazo a lo interno de la UPEC, se convierte en un espacio donde los periodistas hacen catarsis una vez más sobre sus aspiraciones truncas por décadas de alcanzar voz y voto en el diseño y realización práctica de la llamada “política informativa” y de ocupar el rol que pueden y deben en el proceso de cambios y actualizaciones que la propia dirección del Partido Comunista ha llamado a toda la nación como única alternativa para salvar la revolución y el socialismo en Cuba.
Soy de los que opinan que si un sector de la intelectualidad o una profesión está en deuda con la revolución cubana y su modelo de socialismo es el de la prensa, o el periodismo, visto como un sistema que integra a los profesionales y a los medios que le sirven de soporte a su trabajo.
Pero no me refiero a una deuda en el sentido del agradecimiento sino en relación a lo que pudo, y puede aportarle y no lo ha hecho por diversas causas.
No hay que olvidar que no basta con ser fiel a ciegas porque esa ceguera es un sostén del triunfalismo y la omisión que tanta doble moral, cinismo y apatía han parido. Hay que ser parte en lo esencial y contraparte en lo funcional pues la prensa tiene primero que todo un sentido de servicio social, también en el socialismo.
Junto a la epopeya del triunfo de enero del 59, primero contra la tiranía batistiana y la burguesía que la sostenía y después contra la arremetida de los gobiernos norteamericanos, la prensa revolucionaria vivió sus mejores años.
Además de apoyar con todo al nuevo proyecto social, lo hizo con una creatividad y sistematicidad eficiente acompañando con su cobertura, información y análisis los avances, tropiezos y derroteros de las transformaciones que ocurrían a ritmo vertiginoso en su naturaleza contradictoria y cambiante.
De esa época son excelentes hitos de la prensa revolucionaria cubana. No solo en la escritura de Granma, Bohemia y otros órganos sino también en la gráfica, sobre todo el cartel y la fotografía y hasta en el cine con los noticieros ICAIC.
Eran tiempos de un enemigo claro, visible y despreciable en lo político y ético. Ahí estaba y había que combatirlo, también en la prensa. Los otros “enemigos” eran las lacras y manquedades heredadas del pasado, la resistencia al cambio, a las que había que señalar y cercenar en un proceso que agrupaba a la inmensa mayoría del pueblo cubano del que la prensa de esa época era valiente y eficaz vocero.
Pero una vez consolidado el triunfo revolucionario a finales de la década del sesenta del pasado siglo, en términos de establecimiento en el poder y derrota casi total de las clases que se le oponían, y garantizado en lo económico un sostén trasatlántico, tan salvador en lo inmediato como gangrenador en lo estratégico, en la prensa empezó un proceso de esclerosis cuyas secuelas persisten hasta nuestros días.
El proceso institucionalizador cristalizado con el Primer Congreso del Partido en 1975, continuado con la aprobación de una constitución socialista y refrendado con la instauración de los órganos del Poder Popular, nunca extendió su entramado jurídico al sector periodístico que aun hoy, treinta y cinco años después, carece de una elemental Ley de Prensa que dicte las pautas lógicas y ordenadas de fuentes y emisores.
Lo que puede, debe y hace la prensa en Cuba solo es posible rastrear en la llamada “política informativa” trazada desde “arriba” como una interpretación de las orientaciones emanadas de las más altas esferas de la dirección revolucionaria.
Estandartes censuradores, tangibles o solapados pero existentes, como “el bloqueo norteamericano”, “la entrega de información sensible al enemigo”, “la necesidad de dar muestras de unidad monolítica” , “ el peligro de sembrar confusión o temor en el pueblo” y otras por el estilo marcaron, y aun marcan, el funcionamiento de una red de órganos de prensa plana, audiovisual y de otro tipo, que repetían lo mismo casi de la misma manera y desde una postura acrítica o cuando más, de enjuiciamiento cosmético.
Una de las peores cosas que ha sucedido es que mientras la sociedad invirtió mucho en la instrucción y educación de grandes masas hasta llevar a cientos de miles a niveles universitarios, se le suministraba un mensaje periodístico raso y apologético en total contradicción con la capacidad de discernir que habían adquirido las personas. También en contradicción con la realidad en que esas mismas personas vivían y que machaconamente los medios le devolvían desproblemizada casi totalmente.
Como el avestruz la prensa metió la cabeza en la tierra y con ello poco a poco fue enterrando también el prestigio ganado junto a la revolución.
El enfoque de plaza sitiada, que puede ser adecuado para otros entornos de la sociedad cubana muy afectados por los ataques externos, no funciona para la comunicación social y ha provocado en la prensa una falta de credibilidad ascendente cuyas señas indiscutibles están en la apatía de la mayoría de la población que no encuentra en los periódicos, la radio y la televisión el reflejo del país en que vive a la vez que aprecia y sufre el deterioro económico y social de la nación.
A raíz del proceso de consultas populares promovidas tras el discurso del presidente Raúl Castro el 26 de julio en Camagüey y las previas al último Congreso del Partido, las quejas, el descontento y los profundos cuestionamientos del pueblo hacia el desempeño de los medios de comunicación fueron numerosos y fundados y alcanzaron a todos los estamentos de la sociedad cubana.
Si algo está claro es que un alto por ciento de los cubanos no ven reflejado en la prensa lo que ocurre en su vida cotidiana y es difícil encontrar un pecado mayor para el periodismo. En otras palabras, la prensa dejó de ser vocero del pueblo, aquello que la enalteció y dio eficacia en los años sesenta.
Ejemplos sobran de lo anterior pero vale recordar algunos.
Cuando la dirección del país, en la persona del máximo líder de la revolución Fidel Castro Ruz, emprendió en los años ochenta el llamado proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, dígase burocratismo, ineficiencia empresarial e institucional, doble moral y otras señas, ninguna de esas lacras había sido ni denunciadas ni advertidas en la prensa que hacían periodistas y directivos que vivían, viven, en el mismo país en el que estaba ocurriendo todo aquello.
Lo mismo puede decirse del proceso de anquilosamiento y reversión económica y social de los últimos años en los que nuestra prensa ha demostrado tener un cristal de aumento para otear lo que ocurre fuera de fronteras mientras padece una miopía galopante y cínica ante el deterioro interno evidente.
Todo lo que el General de Ejército Raúl Castro y su equipo de trabajo han denunciado y se afanan por revertir, ocurría mientras nuestra prensa seguía combatiendo fuerte al imperialismo pero muy suave al “bloqueo interno” que hace tanto o más daño que el norteamericano.
Al igual que a muchas organizaciones y entidades del entramado social creado por la revolución, al sistema de la prensa se le puede hacer la siguiente pregunta: ¿Donde estaban ustedes mientras todo esto ocurría?
¿Estabas ciega, sorda y lo peor, muda, o es que te taparon los ojos, los oídos y te amarraron la lengua y no tuviste el valor de zafarte?
Aquí me viene a la mente una frase del intelectual revolucionario Alfredo Guevara para quien “la de periodista es una profesión de riesgo”.
No olvidemos que ser revolucionario es propiciar y participar permanentemente en el cambio de todo lo que amerite ser sustituido y ese es un comportamiento que no puede estar sujeto a las interpretaciones circunstanciales de aquellos funcionarios a los que no les conviene una prensa que vaya a las esencias de los problemas. Esos funcionarios “mandones” son los que se dedican al tutelaje del periodismo de pastoreo para que no haya ovejas sueltas.
Si un sector tiene que ser un seguro guardián de los principios y normas básicos de la revolución es el de la prensa, alejado de dogmas, esquematismos y verticalismos.
Pero hay otro ejemplo más palpable aún y que se cierne exclusivamente al sector. El 12 de febrero de 2007, el Buró Político del Partido, que es en la práctica la máxima instancia decisora del país, aprobó y emitió un grupo de orientaciones con el objetivo de incrementar la eficacia informativa de los medios de comunicación masiva del país.
En el documento se señala y se llama a eliminar algunas de las deficiencias que lastran el trabajo de la prensa. Negación u ocultamiento de información por las entidades implicadas, asunción por parte de organismos de la facultad de decidir lo que se publica o no, carencia de políticas de comunicación de la mayoría de las instituciones, falta de una crítica veraz, oportuna y fundamentada, censura y autocensura de los periodistas, superficialidad en el tratamiento de muchos temas y carencia de periodismo investigativo.
Aunque duela hay que reconocer que esas orientaciones, que proviniendo del Buró Político tienen un carácter de estricto cumplimiento, se han implementado muy poco o casi nada pasados cinco años de su emisión.
Continúan los vacíos informativos y seguimos dejando que los enemigos de la revolución digan primero lo que sucede en el país mientras nuestra prensa calla.
El periodismo cubano tiene que sumarse de verdad a la urgencia de salvar la revolución y el socialismo pero para ello debe zafarse del tutelaje excesivo que anula su identidad como ente político y de servicio social.
Si un sector, junto al partido, puede contribuir a la democratización de la sociedad cubana es el de la prensa porque ella debe realizarse pensando en todos y para el bien de todos.
En los llamados medios de comunicación deben verse reflejados todos los estamentos sociales que ventilen, debatan, cuestionen y propongan soluciones de lo divino y lo terrenal que implica llevar adelante el proyecto humanista de la revolución.
Eso sería un aporte tremendo al déficit participativo que padecen muchos de los procesos actuales y necesarios de la sociedad cubana que necesita ganar en horizontalidad y abandonar el mandonismo como método directivo.
No hay que temer a que en la prensa se reflejen todos, o la inmensa mayoría de los puntos de vista, que haya debate y lucha de ideas siempre que choquen dentro del carril del mejoramiento humano.
Para lograrlo, tal y como dijo el columnista y profesor Jorge Gómez Barata, habrá que crear, y pronto, nuevas estructuras, procedimientos y ambientes que devuelvan a la prensa su condición de instancia política con personalidad propia, independencia funcional y derechos inherentes a su función de servicio público.
En mi opinión eso quiere decir que la prensa la dirijan un poco más los periodistas y sus directivos autóctonos y vuelvo a otra idea de Gómez Barata que considero interesante y necesaria de llevar a la práctica “el compromiso ideológico y político global de los directivos y periodistas cubanos no debería anular la identidad de la prensa, que es algo diferente del Estado y del Partido: parte del proceso pero también su contraparte. La prensa como el gobierno sirve al pueblo, solo que lo hace de modo diferente.
En la diferencia responsable está parte importante de la democracia, también la socialista, en el sentido de servicio a todos, en el compromiso por salvar la “gloria que se ha vivido” y en el hacer bien de cada día por difícil que sea.
Todo lo que nos propongamos en la economía y en lo social sin propiciar y tener una prensa eficiente, desde el compromiso y el cuestionamiento permanente, no pasará de ser otra consigna más pues llegaremos quizá a mejorar los indicadores económicos y sociales pero volveremos a encubar, otra vez, el germen del inmovilismo que parirá la próxima crisis.
2 comentarios
Birkhoff -
Cubano 100% -
Y algo asociado a lo que podría traer una prensa crítica real es: estaría dispuesto el cubano a ser criticado públicamente (con el debido profesionalismo y respeto) sobre su trabajo con el estado o su trabajo en su puesto de venta particular, imagínense a un periodista publicando un información sobre un quiosco de venta que está sucio y mantiene una mala higiene, eso el cubano lo desea en nuestra prensa pero que pasaría si nos toca en carne propia. Ya leí una ves el caso de periodistas que viajaron por los puestos de venta de carnes estatales en la habana y de uno de estos puestos los echaron a gritos (por que sería), ese artículo si mal no recuerdo fue publicado en el JR. Hay que aceptar la critica y es algo que el cubano como caprichoso que es no está acostumbrado, por los años sin recibirla como bien dice este artículo.
Cosas que hay que cambiar y que el periodismo tiene que lograr para saber que hay ojos críticos velando por que nuestra sociedad evolucione y mantenga un camino estricto hacia la victoria y las reformas económicas.
Cubano hasta los huesos.