Mujeres pegadas a la tierra
Solo en lo que va de año unas ciento cuarenta mujeres se han incorporado al trabajo directo en las Cooperativas de Producción Agropecuarias, CPA, y en las de Créditos y Servicios, CCS, del municipio villaclareño de Santo Domingo como parte de una estrategia en el trabajo de género de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, ANAP. Santo Domingo, municipio ubicado a unos 250 kilómetros al este de La Habana, posee varias industrias importantes como centrales azucareros, fábrica de cerveza y otra de ron, procesadora de Aguas Minerales, refinería de azúcar y hasta un Instituto de Investigación en Viandas Tropicales pero el cimiento de su economía son las excelentes tierras de su llanura a las que es preciso sacar el máximo provecho. A ese propósito se suman con fuerza sus mujeres que lideradas por la ANAP atan su suerte a la agricultura. Ese es el caso de Gladys López, una abuela tan gorda como simpática, a quien bien puede llamársele la reina de un clan arrocero. Ella heredó de su padre una hectárea de terreno pero no más salió el Decreto Ley 259 logró que le asignaran otras tres en las que tiene constituido lo que ella llama el Jardín de la Variedades de las que en semilla el último año vendió al estado más de seis toneladas. Cuando estuve en su finquita me la encontré doblada sembrando arroz, a pesar de sus más de 230 libras, cubierta con un gran sombrero pero con una sonrisa que muestra entre respuestas muy claras e inteligentes que demuestran que esta mujer sabe de agricultura. “Lo mío no es solo el arroz, porque también cosecho frijoles, viandas, crío mis animalitos y cosas por el estilo porque no puedo caer en el monocultivo pero me gustan que me llamen arrocera porque eso es a lo que más sudor le riego” me dice esta mujer que tiene tras de ella a su esposo, dos hijos y nueras y hasta a sus nietos a quienes enseña el amor a la tierra. “Cuando yo le doy un mango, una guayaba, un platanito o un aguacate a mis nietos siempre les digo primero que eso salió de la tierra y que para que la tierra dé frutos hay que trabajarla y que quererla como espero me quieran a mi” y ahí mismo Gladis suelta una risita medio pícara mientras le pasa la mano por la cabeza a un rubio pequeño de unos seis años cuyos juguetes preferidos imitan a animales y equipos del trabajo campestre. Gladis y su “clan” entregaron el año pasado seis y media toneladas de semilla certificada de arroz al estado quien la distribuye entre el resto de los cooperativistas de su CCS. “Mira periodista yo recibo la semilla básica del Instituto Nacional de Granos y entonces la siembro en unos recipientes y en bolsitas y les doy un tratamiento que en mi opinión solo una mujer sabe darle a las cosas, yo no dejo que mi marido ni mis hijos toquen esa simiente hasta que no esté lista para sembrar directo en el campo. Los hombres pueden hacerlo pero no les queda como a nosotras las mujeres porque el que se crea que el trabajo del campo es solo fuerza y resistencia qué equivocado está y si quiere que venga aquí a Santo Domingo que se lo voy a demostrar” Por su parte en la CCS “ David Díaz Guadarrama¨ las mujeres van adquiriendo protagonismo, como es el caso de dos hermanas a las que me encontré sudando y doblando el lomo en un malangal a la par que su hermano. La mayor de las dos me dijo que para ella “el trabajo del campo era igual que otro cualquiera y que no le quitaba ni feminidad ni nada a la mujer ni mucho menos méritos porque así estaba preparada para todo” De cómo se comporta el asunto en la Cooperativa da testimonio Jorge Hernández, su presidente, quien hizo un censo y descubrió que había 45 mujeres desvinculadas del trabajo y del estudio y que tenían condiciones para trabajar el campo a partir de su condición de esposas o hijas de asociados a la cooperativa. “Después de un trabajo de convencimiento, dice Jorge, hemos logrado que ya 37 laboren en el campo o en la cría de animales para la alimentación y de ellas cinco son promotoras de la agricultura ecológica” Yendo por carretera central, unos treinta kilómetros al oeste de Santo Domingo está el poblado de Cascajal se encuentra la CPA Nelson Veitía que además de cultivos varios se destaca por el taller de confección de sombreros y jabas en el que pos supuesto toda la mano de obra es femenina. Campo adentro y ya con la tierra bastante rojiza en la CPA ¨Mariana Grajales¨ las mujeres trabajadoras llegan a 18 y mucho han tenido que ver en el repunte de sus campos de arroz que ya ocupan unas 10 caballerías de tierra. Allí pude conocer a Gudelia y Flora, dos mulatas ya entradas en años pero que practican el multioficio entre la nave de la lombricultura, la turbina principal para el regadío y la cocina comedor donde almuerzan todos los cooperativistas. Y así las tenemos por todas estas llanuras donde ya más de quinientas sesenta mujeres abonan con su gracia y esfuerzo la tierra dominicana en un empeño de la ANAP que bien merece un aplauso para que sigan otras Gladys, Gregoria, Gudelia y Flora.
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