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LA TECLA SIN TEQUE

Ser martiano es ser libre

Ser martiano es ser libre

Martí, a pesar de haber vivido solo 42 años, es el más universal, premonitorio y consecuente de todos los seres paridos en este archipiélago antillano llamado Cuba.

Él, como ningún cubano, supo estar a la altura de su tiempo y para todos los tiempos y lo hizo tanto en la acción como en el pensamiento, campo en el que sin pretensiones filosóficas estuvo al nivel de las más avanzadas corrientes de su época y de las inmediatas por venir.

Son conocidos y oportunos, aunque silenciados por ciertas tendencias políticas, sus análisis y previsiones profundísimas sobre el naciente imperialismo norteamericano, la inequidad presente en aquella sociedad muy pujante en lo económico pero ya decadente en lo moral. Lo supo él que al decir suyo, “viví en el monstruo y le conozco las entrañas”. De ahí en adelante se dedicó a preparar y usar su onda davidiana.

Asombrosas por su sabiduría y espectaculares por su certeza fueron las bien fundadas  advertencias martianas sobre el peligro que la poderosa nación del norte significaba para “nuestros pueblos de América”. Aunque ya el siglo XIX le estaba dando la razón fue el terrible curso del XX quien la acuñó de manera tan rotunda como dolorosa del Rio Grande a la Patagonia y un poquito más allá.

Hoy, cuando hasta los políticos más conservadores se preocupan, aunque no se ocupan, por los temas ambientales Martí, con sencilla genialidad, definió su postura ante un problema que en su época no tenía la urgencia inmediata que hoy tiene. “La tierra no es como muchos piensan, una herencia de nuestros padres. Es, cuando menos, un préstamo de nuestros hijos” dijo el héroe nacional cubano para quien el enemigo principal de la naturaleza no era la pobreza sino la codicia y la riqueza.

Una de las más conocidas y utilizadas expresiones martianas, convertida en frase emblemática para muchos usos, es aquella contenida en su artículo titulado “Maestros ambulantes” publicado en la revista "La América" de New York en mayo de 1884.

En ese trabajo el héroe cubano decía: “ser culto es el único modo de ser libre”.La frase contiene una certeza que puede calificarse de universal y  se entronca con otras ideas martianas acerca de que “la libertad y la inteligencia son la natural atmósfera del hombre” y de que “un pueblo instruido será siempre fuerte y libre”

En el mismo escrito Martí propone “un sistema de maestros que habrán de ir por los campos trasmitiendo conocimientos por vía oral, no sólo conocimientos agrícolas o de instrumentos mecánicos o geografía, sino también ternura, que, como el dijera, hace tanta falta y tanto bien a los hombres”.

No dijo Martí entonces que para ser libres primero había que ser culto, ni lo contrario, porque a lo que se refería no era a la condición jurídica individual, ni  a la esclavitud de los hombres a la que llamó “la gran pena del mundo”, ni siquiera a la libertad relacionada con la independencia de las naciones y pueblos.

En cuanto a lo culto ya sabemos que no está referido principalmente al conocimiento y gusto por las artes o las ciencias, aunque los desea en su plenitud, sino al  saber en su contenido amplio y útil, aquel que le sirve al hombre de herramienta para “ser bueno, que es el único modo de ser dichoso”.

En Martí, el de aquellos escasos pero fecundos  42 años de enero de 1853 a mayo de 1895, el apóstol de la independencia cubana, el autor intelectual de las mejores causas emprendidas por los que le sucedieron y admiran, el héroe nacional de Cuba, libertad y cultura no existen verdaderamente la una sin la otra porque tal y como “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz” tampoco hay buena ley que no sea “el culto… a la dignidad plena del hombre”.

Cierro con dos de sus llamados versos sencillos.

 

Duermo en mi lecho de roca

mi sueño dulce y profundo

roza una abeja mi boca

y crece en mi cuerpo el mundo

 

Todo es hermoso y constante

todo es música y razón

y todo como el diamante

antes que luz es carbón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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